Intercambio entre Dany y Dan 3/3

Lunes. Es el día en que habían prometido volver a la normalidad.

Al escuchar que se había decidido su matrimonio con Mary, el profesor Dan se enfadó.

“¡Mary no es para nada mi tipo, pensaba rechazarla! ¡No quiero volver a la normalidad!”

Ante las palabras del profesor Dan, Danny se alarmó.

Si uno de los dos no quiere volver, no pueden hacerlo.

“¡No puede ser! ¡Devuélveme mi cuerpo!”

Danny se abalanzó sobre el profesor Dan, desesperada.

—¡Buaaaah! ¡ ¡El profesor Dan me está pegando! ¡Es abuso infantil!”

Para su sorpresa, Dan, haciéndose pasar por Danny, comenzó a hacer un escándalo acusándola de maltrato.

—¡Profesos Dan!, ¿cómo pudo usted…?
La directora, que siempre había sido amable, regañaba a Dany con una expresión severa, como si tuviera cara de ogro.

—¡¿Qué haría si algo de esto afectara al futuro de mi hija por el trauma que le genere?!

Incluso la mamá, que también solía ser amable, lo reprendía con una expresión igualmente aterradora.

—Lo siento, maestra… Lo siento, mamá…
Dany, sorprendida al ver por primera vez esos rostros convertidos en ogros, no pudo hacer otra cosa más que pedir perdón una y otra vez.

Dany, que ya no podía seguir trabajando como profesor, decidió retirarse definitivamente.
Hoy es el día de su boda con Mary.
Dan, ahora convertida en una niña, tiene el papel de niña de las flores. Caminando delante de la novia, va lanzando pétalos por el pasillo y le entrega el ramo de flores a Mary.

—¡Dan, que seas muy feliz!
Dany con lágrimas en sus ojos vio como Mary aceptaba el ramo de flores.

Después de la boda, Dany y Mary partieron hacia la luna de miel. Dany pasó sin problemas su primera noche y subió un peldaño en la escalera hacia la adultez. Y vivieron felices para siempre.

Dan empezó a tomar clases de natación con su traje de baño escolar. El agua fresca le acariciaba los pies, y una sonrisa grande apareció en su rostro.

—¡Qué libre me siento siendo niña! Puedo correr, saltar y nadar sin preocuparme de nada.

Antes no había podido aprender a nadar, pero ahora se sentía tan cómodo que estaba a punto de lograrlo.

Los otros niños lo miraban extrañados por decir aquella afirmación, pero estaban de acuerdo.

—¡Dany, ven a nadar con nosotros!

Dan brincó al agua feliz.

—¡Sí, vamos a divertirnos!

Y vivió feliz para siempre.

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